El abuelo, Longinos Asenjo, nació en 1902 e un pueblecito de Segovia. Muy joven, se vino a Madrid y encontró trabajo en un horno de bollería situado en la calle Feijoo. Su afán de prosperar le ayudó a tomar la decisión de instalarse por su cuenta y montó su propio horno en el número 5 de la calle Tarragona. Lo llamó Longinos y utilizaba como eslogan publicitario "bollería fina" . Corría el año 1929.
El abuelo, cuyas especialidades eran los mojicones, las tortas de Alcázar y los bizcochos de soletilla, pronto contó con la ayuda de su hijo Manuel, que se convertiría en la segunda generación de pasteleros artesanos. Una vez acabada la guerra civil, se instaló en un horno más grande, en la calle Alamedilla. Allí, padre e hijo empezaron a elaborar, siempre de forma artesanal, toda clase de bollería, suizos, trenzas, cristinas, pinkas... Tiempo después introdujeron palmeras, pestiños, milhojas... y, por supuesto, los exquisitos buñuelos y roscones de Reyes que son los dulces "estrellas" de esta pastelería con tanta historia, contada, con mucha ternura, por Lina, esposa de Manuel. La saga se completa con Jesús, hijo de Manuel y nieto de Longinos.
Recursos de la época
Para repartir sus bollos, primero utilizaron un tablero que sostenía sobre la cabeza, después fue un triciclo, más adelante un motocarro y, por último, la emblemática Citröen.
Longinos Asenjo recibió la medalla de oro de la Asociación de pasteleros a finales de la década de los 60. Años después se jubiló, dejando el negocio en manos de su hijo Manuel. Se trasladaron al actual local en el Paseo de las Delicias e introdujeron algo más de sofisticación en su trabajo, sin perder la tradición de elaborar sus productos de forma artesana.
Manuel, que fue el gran impulso de este negocio familiar, empezó a preparar otros dulces, como los croisants, que llevaban mucho trabajo ya que se elaboran a base de amasar y amasar con el rodillo.
También se preocupó de transmitir a sus siete hijos el amor a esta profesión tan sacrificada ya que sobre las nueve y media de la noche se empezaba a preparar la masa para la bollería, que se repartía, recién hecha, ya de madrugada.
En 2007 Manuel y Lina fueron premiados por la Asociación de pasteleros por el mérito al trabajo y la dedicación.
Siempre innovando
Jesús, actualmente al frente de la pastelería Longinos, fue el único que heredó de su padre y su abuelo la pasión por este trabajo. Ambos empezaron a elaborar los croissants rellenos, a primeros de los 80, los saladitos, las empanadillas y toda la gama de hojaldres. Eso fue un auténtico boom en el barrio, ya que pocos establecimientos se atrevían a experimentar con esta mezcla de sabores.
A Jesús, que siempre ha contado con el respaldo de su familia y la ayuda de su mujer, Montse, solo queda saber si sus hijos, Jorge y Andrea llegarán a ser la cuarta generación de pasteleros en la familia Asenjo
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